Los monasterios femeninos hispanoamericanos, se caracterizaron por las posibilidades culturales que brindaron a las mujeres de la época virreinal. Las monjas realizaban constantes lecturas, practicaban música coral e instrumental, y además, sabían escribir. Las matemáticas eran enseñadas por las monjas contadoras que debían llevar un registro acabado de todos los ingresos y egresos del convento, administrar las propiedades que poseía la comunidad y asegurar el pago de los censos. A esto se añadían las labores de mano que confeccionaban con esmerado perfeccionismo: artesanías, dulces, costuras, bordados y filigranas. Específicamente, el acceso a la cultura escrita se manifestó en la literatura mística y los escritos confesionales de Sor Juana Inés de la Cruz, María Magdalena de Lorrovaquio Muñoz, Isabel de la Encarnación Bonilla de Piña y Francisca Carrasco Ramírez, entre otras religiosas latinoamericanas. En el caso de Chile, además de Úrsula Suárez (monja clarisa), destaca Sor Dolores Peña y Lillo, religiosa de velo blanco del Monasterio de Santa Rosa de Santiago que envió un total de 65 cartas a su confesor, el jesuita Manuel Álvarez, entre los años 1763 y 1769.
Los textos que se presentan a continuación, contienen diversos escritos de monjas y biografías de religiosas y religiosos importantes en la historia del Monasterio de Santa Rosa de Santiago, durante los siglos XVIII y XIX: el padre Ignacio García, Sor Dolores Peña y Lillo, Sor Mercedes de la Purificación y Sor Carmen Benavides.